18 de noviembre de 2008

¡Hay que comprender!


Uno de los grandes éxitos de la administración pública es saber priorizar para centrar según la importancia y el impacto los esfuerzos. Primero a lo primero, a lo más importante. Y en nuestra situación nacional es indiscutible que lo más importante es LA REELECCIÓN. Y alrededor de ello gira —no faltaba más— la Casa de Nari. Todo lo demás se supedita a esta gran obra nacional, la de la redención pública.



Por eso no ha existido tiempo, durante toda la administración de nuestro bienamado líder y mando supremo, de poner atención a minucias, a tareas de segundo plano, tales como el control a los abusos del poder y a las famosas, muy famosas pirámides. Al fin y al cabo, si los pobres van a perder el dinero en los bancos, pues que lo pierdan en las pirámides.



Y hubo que darle largas al asunto pues al parecer importantes amigos de la Casa de Nari estaban metidos en dicho negocio: parlamentarios, altos miembros del gobierno, de las fuerzas armadas y, al parecer, los retoñitos del indiscutido líder, quienes supuestamente resultaron hasta amigos del promotor de DMG.



Sobran los comentarios. Los hechos hablan por sí solos.


Una pregunta: ¿La tía de la Alcaldesa, Raquelita, la de la pirámide en Comultrasán, multiplicó su plata en otra pirámide, o también la perdió? Valdría la pena saberlo. Porque más de de mil millones no se pueden desaparecer así porque sí.


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