3 de noviembre de 2008

La para-cultura uribista

NOTA: Publicamos un interesante artículo sobre el fenómeno cultural del uribismo, en el que, querámoslo o no, todos estamos insertos. Es una reflexión necesaria respecto al momento político. Es una manera de empezar a mirarnos nosotros mismos, como un ejercicio intelectual imprescindible que nos ayudará a formarnos como personas. Estemos o no de acuerdo con el artículo, nos brinda una óptica diferente para analizar la situación. La redacción

La para-cultura uribista

Noticias del Sur

Por Díez, E.; Reyes, L.; Díaz, P.; Gerdts, A. y Rodríguez, C. Profesores de Universidad y Representantes de Sindicatos (España y Colombia).

La para-cultura nace ligada y subordinada a la para-política. Cuando formas sociales se cristalizan hay lugar a que se pueda hablar de una cultura emergente. Esta para-cultura emergente se ha consolidado en Colombia, constituyendo un sistema coherente de pautas institucionalizadas, expresadas a través de símbolos, rituales, mitos, héroes, lenguajes, etc., que permiten interpre­tar, dar sentido e incluso adaptarse a un entorno macondiano de impunidad y barbarie como el que se vive actualmente en el país. La descripción de las características que configuran esta para-cultura uribista es el propósito de este artículo.


La cultura social


La cultura nos influye en nuestra forma de ser y de comportarnos, en lo que pensamos y en lo que decimos. De la misma forma que un pez, en una fábula animada, no se percataría de vivir inmerso en un ambiente diferente al resto de las especies, los seres humanos tampoco solemos caer en la cuenta de que vivimos sumergidos en una cultura de la que somos parte. Tendemos a olvidar nuestro código cultural a pesar de que somos conscientes de tenerlo. De hecho la cultura consiste en "inadvertidos" sistemas de valores, ideas, creencias, normas, símbolos y artefactos que han sido construidos por una sociedad determinada en el transcurso de su historia y que son compartidos por las personas que la integran.


De manera inconsciente, al ser socializados en una cultura vamos apren­dien­do qué cosas son buenas y cuáles no, qué comportamientos son aceptados y cuáles no, qué tenemos que hacer para alcanzar aquellas metas que son deseables dentro de ella, por ejemplo. Por tanto, la finalidad de una cultura viene a ser interpre­tar, dar sentido e incluso adaptarse a su entorno. Pero la cultura va más allá de proporcionar códigos de conducta, conocimientos o marcos de referencia. También influye en las metas y objetivos de los individuos y los grupos humanos. Contribuye igualmente en el tipo de vida social que se desea y en las relaciones con los demás. En definitiva, podemos decir que la cultura moldea profundamente a la gente.


Su función es la de control social. Identifica a sus miembros a través de formas de pensar y de actuar que les son comunes y que, en consecuencia, les confieren una identidad colectiva. Incluso, conforma la personalidad de sus miembros al imprimirle unas maneras de compor­tarse, orientando sus gustos, estableciendo un lenguaje común y unas categorías conceptuales compartidas, unos criterios para la inclusión y la exclusión del grupo; establece un consenso sobre los criterios y reglas que determinan cómo se obtiene, se conserva y se pierde el poder; determina cuáles son las conductas heroicas del grupo y cuáles las punibles, qué es lo que se recompensa y qué lo que se castiga.


La para-cultura


En Colombia ha surgido y se ha asentado una "para-cultura" ligada y subordinada a la para-política. Para-política es el nombre con el que se le conoce al escándalo político desatado en Colombia a partir de 2006 por la revelación de los vínculos de políticos de la clase uribista gobernante con paramilitares1. Es la síntesis entre política, narcotráfico y paramilitarismo.

...del maestro Fernando Botero...
Cuando formas sociales se cristalizan, hay lugar a que se pueda hablar de una cultura emergente. De aquí que nosotros utilicemos el término "para-cultura" para identificar conductas y valores promovidos por una clase dirigente que, para impedir el avance político militar de las FARC, fomentó relaciones sociales delicuescentes en un endeble Estado de derecho.


Para comprender las características que definen esta "para-cultura" hemos de analizar los elementos que la configuran: las manifestaciones o artefactos culturales (rituales, símbolos, mitos, héroes, etc.), manifestaciones externas y visibles del núcleo más profundo que configura el auténtico meollo de la para-cultura: las presunciones o creencias básicas.


Rituales y ceremonias


Los rituales y ceremonias son secuencias rutinarias de actividades programadas y sistemáticas, técnicamente superfluas, pero socialmente esenciales puesto que muestran, dramatizan y refuerzan los valores centrales de la para-cultura, las metas de mayor importancia y los comportamientos y las personas imprescindibles; proporcionando cohesión y solidaridad colectiva, reforzando la identidad y los sentimientos de pertenencia de los miembros de la para-cultura.


Uno de los rituales más significativos que ha inaugurado esta para-cultura son los Consejos Comunales de Gobierno.

Estas ceremonias semanales, retransmitidas por la televisión, se han convertido en Colombia en rituales en los que el Presidente Uribe escenifica su poder y "liderazgo" indiscutible disponiendo de manera discrecional sobre el presupuesto, las obras prioritarias, regañando públicamente a sus subalternos, dando órdenes a otros poderes públicos como ocurrió en el concejo comunal de Florida (Valle) el día 24 de mayo de 2008, cuando le expresó al General Gómez Méndez: "Métalo a la cárcel" y ordenó detener, indirectamente y sin nombrarlo al senador del Polo Democrático Alexander López. Si bien su desarrollo es, en apariencia informal, la estructura repetida una y otra vez con la misma secuencia, el mismo proceso, la misma teatralidad, transmitía la seguridad necesaria y firme para dar confianza progresiva: "escucha los problemas de su pueblo" y con una actitud paternalista promete la solución de los problemas a sus "afligidos hijos". Parodia moderna de aquellas audiencias medievales en las que el señor feudal, acompañado de su corte, oía a los siervos de la gleba como gobernante, juez y legislador. Generando así un esquema autocrático y discrecional con el que se compromete la realización de obras, el otorgamiento de ayudas y la solución de problemas individuales, en unos novelones de quejas vecinales, problemas individuales, carencias comunales, que van siendo resueltas uno por una, con gritos destemplados de "apunte Andrés Uriel", "tome nota, jefe de prensa", "encárguese, Alcalde", "concedido doña Julia" o "hágale el puente a don José, ministro", etc. Sustituyendo la ley, la norma, el acuerdo establecido por la feria del gasto público repentista y "populachera", al ritmo de las oscilaciones emocionales del gobierno.


Símbolos


Otro elemento significativo de toda cultura son los símbolos. Los símbolos son signos arbitrariamente
elegidos que buscan identificar al grupo perteneciente a esa cultura y comunicar unos determinados mensajes. Y la para-cultura uribista se ha rodeado de símbolos de "poder y energía". La escenificación constante ante la opinión pública de la democracia como seguridad, en términos simbólicos de despeje de las vías públicas que atraviesan al país, el pago de "informantes", la militarización de las carreteras, las caravanas turísticas acompañadas de la fuerza armada con sus retenes, el reclutamiento o "secuestro" forzado de soldados campesinos, acostumbrando a la población a vivir con la milicia y percibir que no es posible viajar, convivir, ni vivir sin el acompañamiento de las botas y los fusiles. Sorprende esta imagen, repetida una y mil veces por los medios de comunicación, en contraste con la situación vital de las personas desplazadas que no pueden viajar a las fincas de las que fueron echadas por los paramilitares y terratenientes de sus lugares de origen. Sorprende que este hecho no aparezca en los medios de comunicación, ni que trascienda en la opinión pública. Esta es la fuerza de los símbolos: comunican mensajes fuertes, emocionales, potentes, pero que ocultan aquellas realidades que no se quieren hacer aflorar. Es tan intensa la ligazón emocional del símbolo, que nadie se atreve a preguntar: "¿seguridad democrática para quién?".


Símbolos de "poder y energía" reforzados a través de toda la parafernalia publicitaria que acompaña la figura de este presidente en los carteles publicitarios: ubicado de lado, sin mirar al espectador, con el dedo índice (el dedo "del poder", de la autoridad) señalando el camino a seguir, como el "gran timonel" que nos indica cuál es la dirección correcta, el camino adecuado. Acompañado por la frase "¡Adelante, Presidente!". Construcción paradigmática de toda una política centrada en un líder "carismático" y mesiánico, imbuido de fuerza divina, que es el que nos conduce a la salvación. Mensajes emocionales que son asimilados por buena parte de la población colombiana de clase media que "reutiliza" los símbolos con los que se sienten identificados con el líder: el sombrerito paisa, la ruanita, el carrielito; reinvenciones de "orgullo patrio", arrebatados y transmutados de la cultura campesina.


Símbolos que, en su extremo esperpéntico, han devenido en la denominada "para-cultura traqueta"2. Exhibición banal de ostentación de nuevos ricos con camionetas costosas, de vidrios oscuros, que conducen con soberbia inigualable; varones acompañados de mujeres operadas al estilo de las telenovelas, con ropas de marca y viviendas de estrambótica suntuosidad. Todo ello combinado con manifestaciones groseras en el hablar, el comer y el beber, en el abuso del poder y en la humillación de los débiles. Elementos de ostentación de un poder abusivo que se manifiesta "sin complejos", de forma desafiante y amparado en la impunidad más absoluta.



Mitos


Hacen referencia en las culturas a sucesos que se recuerdan y se cuentan de forma magnificada, embellecida, heroica e intemporal, creando arquetipos que expresan los valores de esa cultura y que acaban siendo justificaciones a través de verdades "irrefutables", que intentan sacralizar en su origen las normas de conducta en la cultura.


El mito más evidente y obvio, es el que liga y une de forma indisoluble la autoridad y el bien. De la autoridad emana la verdad, el bien y la seguridad. Se está enraizando así un ethos autoritario en una significativa porción de la población colombiana que se refleja en una predisposición a conformarse acríticamente con los mandatos del poder, investidos por el sujeto de autoridad. De nada sirven las instituciones democráticas, de nada sirve la justicia o la policía, si se nos trasmite a cada paso que están al servicio del poder paramilitar, lo amparan y son parte de él. La sumisión a esa autoridad bendice la irresponsabilidad de un Presidente de la República al que todo se le permite con tal de satisfacer la ilusión de llevarnos a una deseada "edad dorada", prometida una y mil veces. Este mito consagra así el imperio de la impunidad. Nada se investiga, nada se castiga. Incluso los responsables de las masacres y atrocidades de las acciones paramilitares llegan al parlamento y a los círculos del poder. Es lo que Klein (2007) ha denominado "terapia de shock". Las sociedades en estado de shock a menudo renuncian a valores que, de otro modo, defenderían con entereza.


Este shock se produce en el contexto de otro mito creciente: la necesaria, urgente y prioritaria guerra contra el denominado "terrorismo". Porque esta no es una guerra que haya que ganar, es una guerra infinita, apadrinada por la administración norteamericana, que permite mantener una situación de permanente amenaza y, por lo tanto, una constante exigencia de "seguridad" dentro de los Estados que se han de reforzar y rearmar hasta los dientes ante estos conflictos infinitos. Y se recalifica a los grupos insurgentes, a los disidentes y a los partidos críticos con el uribismo como terroristas. Esto facilita perpetrar impunemente masacres corporativas, eliminando toda disidencia y robando las tierras a miles de campesinos y campesinas, a los que acusan de cómplices de la guerrilla, para destinar esas tierras a grandes megaproyectos con pingües beneficios para los terratenientes y las compañías. Esta tremenda violencia es la que permite rehacer el país como economía de 'libre mercado' modélica.


En este contexto se está construyendo otro mito simultáneo: "lo privado es mejor". El Estado colombiano empezó a entregar sus riquezas al capital extranjero al privatizar y desnacionalizar empresas en los años 90, pero el auge privatizador se realizó con mayor dureza en la era de Uribe, retomando el recetario habitual. Primero, generó la crisis en las empresas públicas como Telecom, Inravisión, Seguro Social, en las cuales hubo desinversión y sobrecostos por parte del Estado. Antes de ponerlas en venta, a través de los medios, se creó la visión de que eran empresas ineficientes y costosas para el Estado y para la sociedad. Luego, en el caso de estas empresas, de un día para otro, les impidió el acceso a los trabajadores y trabajadoras, les cambió la razón social y así despidieron a miles.


Los héroes


Como podemos ver, toda esta para-cultura se articula en torno a un hombre, un héroe: el presidente Uribe. Porque otro de los elementos externos y visibles que configuran las subculturas son los héroes. Los héroes hacen referencia a aquellos personajes, líderes fundadores o héroes circunstanciales, que personifican los valores de una determinada subcultura y como tales proporcionan modelos tangibles para sus seguidores. En este sentido, Uribe ha construido, por supuesto con la ayuda inestimable de los medios de comunicación a su servicio, la imagen heroica precisa: un héroe "paisa", que apenas duerme, preocupado por los problemas de su pueblo, trabajando constante y tenazmente, presente en todas partes. Aparece como "Uribe, el gran benefactor", el hombre comprometido con el trabajo incesante, el gran redentor de las problemáticas que agobian al país, que casi no duerme porque tiene un compromiso con el país.


Esta imagen heroica del presidente, transmite un modelo de trabajador que corresponde a uno de los principios clave que caracterizan a la globalización neoliberal con su proyecto de flexibilización laboral. Exige olvidar y abandonar las conquistas de los trabajadores y las trabajadoras en términos de prestaciones, horas de trabajo semanal, horas extras, vacaciones, cesantías, estabilidad que ha conseguido la clase trabajadora con su lucha por unos derechos laborales mínimos. Representa, por el contrario, el nuevo rol que se exige en la para-cultura, en la sociedad del uribismo, el trabajador independiente, auto-responsable, empresario de sí mismo, que trabaja toda la vida, sin horarios, sin garantías por parte del Estado, que es competitivo y que genera beneficios, resultados. Trabajador flexible, que no exige contraprestraciones a su entrega incondicional. Que se rinde al culto a la eficacia y a la autoexigencia.


Este presidente "heroico" lógicamente tiene el derecho, es más, el deber, de presentarse a la reelección de forma indefinida, porque está investido de la misión de salvar al país. Hay que darle tiempo. Si no se consigue lo que ha prometido es porque no se le ha dado tiempo suficiente. Si hay problemas, es porque no se le ha permitido profundizar todavía más en sus medidas neoliberales. Esta fe inquebrantable y a prueba de evidencias en el héroe, configura un fanatismo que no admite dudas, que no permite cuestionamientos. Hoy Uribe piensa en otra nueva reelección y el pueblo colombiano, atemorizado y engañado, fascinado por la liberación de Ingrid (justo un día después de la reactivación de la Cuarta Flota de la Armada estadounidense y durante la visita a Colombia de John McCain, candidato presidencial del partido Republicano estadounidense), piensa que no hay otra alternativa. Quienes no lo apoyan son "apátridas" y deben ser vapuleados (al menos se merecen una paliza electoral), e incluso se les conmina a abandonar el territorio macondiano. Por el contrario, los "paras" se han hecho acreedores a la respetabilidad nacional por haber defendido con éxito criminal al Estado y su gobierno.


El lenguaje


El lenguaje, como podemos ver, es otro de los elementos culturales característicos de una subcultura. En todas ellas, se va creando un lenguaje común, que construye una forma de pensamiento común. Porque al adquirir las categorías del lenguaje propio de esta subcultura, adquieren las estructuras mentales y lingüísticas, el lenguaje apropiado, que han de utilizar. Se establecen así categorías lingüísticas que les identifican y les diferencian de otros.


El lenguaje propio de esta para-cultura es lo que podemos denominar con propiedad "lenguaje uribista". Es un lenguaje caracterizado por la ampulosidad omnipresente, el desafío abierto, la verborrea machista, del "conmigo o contra mí": "Yo no me siento hablar con esos bandidos", "Firmaré el Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos así caigan rayos y centellas". "Estoy muy berraco con usted y ojala me graben esta llamada... y si lo veo le voy a dar en la cara, marica." Así regañó al exfuncionario del palacio Luis Fernando Herrera Zuluaga.


Este insulto frentero sin argumentos, que tanta gente confunde con valentía, está permeando los discursos y el lenguaje de las instancias públicas y privadas de la vida colombiana: ya no cabe disentir, porque a nadie se le ha enseñado a argumentar, y porque todos han terminado por asumir que manifestar un desacuerdo equivale a insultar. Se oyen así, de forma cada vez más frecuente, expresiones en los medios de comunicación, hablados y escritos, en las que se refieren a la oposición con términos groseros, insultantes y despectivos. Es común leer en los foros de los periódicos y revistas expresiones como esta: "Adelante Presidente, mano firme a acabar con estas ratas."


La red cultural


Entramos así, de lleno, en el último de los componentes de una subcultura, la denominada red cultural. Es el conjunto de miembros más o menos afines a la para-cultura que "transportan" o transmiten los valores de la misma de una manera informal a través de mecanismos de comunicación básicos. Porque, no nos olvidemos, que los paras han penetrado no sólo los núcleos de poder más altos (medio centenar de congresistas están siendo procesados por vínculos con los paramilitares; es más, el "primísimo" Mario Uribe y su incondicional amiga Rocio Arias, están incursos en las mismas sindicaciones), sino también toda la estructura intermedia de la sociedad colombiana, generando una red extensa e intensa como si de una tela de araña se tratase.


La penetración paramilitar se ha ido consolidando en instituciones claves como la Fiscalía General, el Departamento Administrativo de Seguridad, el servicio diplomático; a nivel regional, las gobernaciones y alcaldías, que han quedado bajo control paramilitar o han sido simplemente instrumentalizadas.


Toda esta red, que se extiende lenta pero constantemente, ha ido consolidando no sólo un poder cuasi omnímodo y clientelar, sino una forma de ver la realidad, un lenguaje para denominarla, un tipo de debates determinados, un exaltamiento de determinadas noticias y un ocultamiento sistemático de otras, un estilo de contar el mundo, unos gestos de relación y una cosmovisión, en definitiva, sobre quiénes somos, qué queremos y a qué aspiramos los colombianos y colombianas que ha ido conquistando el corazón, los deseos y el cerebro de buena parte de la población. Se reconstruye así "el corazón de una nación".


El elemento básico que configura la red cultural uribista son y han sido, obviamente, los medios de comunicación afines, es decir, todos los grandes medios de comunicación colombianos en manos del capital. El control de los medios de comunicación por la burguesía colombiana ha permitido la manipulación avasalladora de la opinión pública. Toda la batería mediática profesa el uribismo y, en su momento expansivo, encubrió el paramilitarismo a tal punto que de la magnitud de éste y de sus horripilantes crímenes solo empezó a saber el país, cuando el régimen decidió "institucionalizar" (reinsertar a la civilidad, legitimar políticamente e incorporar como beneficiarios sociales) a los grupos paramilitares.


Como lo señala Juan Diego Restrepo, en un artículo de la Revista Semana: "Asistimos pues en Colombia a la tiranía de la información: todos nos ofrecen diariamente el mismo 'menú', como si el proceso de producción de la noticia se hiciera bajo la dirección de un sólo jefe de redacción al mando de un mismo equipo de editores (…) Hoy, todos los medios informativos nacionales cercanos al poder, observan los hechos desde el mismo lado y con los mismos ojos, parados sobre los hombros de las grandes empresas que los financian y del poder político que respaldan."


Los valores y presunciones


Todos estos hechos y comportamientos que revelan los artefactos culturales que ha ido construyendo de una forma sostenida y organizada la para-cultura uribista nos van haciendo percibir los valores centrales y las creencias y presunciones subyacentes que hay tras ellos y que son los que realmente nos pueden hacer entender el 'meollo' de esta para-cultura. Son los paradigmas o esquemas implícitos, interrelacionados y coherentes, que realmente están orientando, justificando y consolidando la conducta de los componentes del uribismo y les permiten percibir, concebir, sentir y juzgar los abusos, atrocidades y crímenes de una forma coherente dentro de esa "para-cultura" que se ha convertido en su "segunda piel". No sólo explican la barbarie, sino que también dan coherencia interna al sistema y seguridad a los componentes de la misma, convenciéndoles del sentido de lo que hacen.


Porque la aceptación y consolidación de esta nueva barbarie en las instituciones públicas, en los debates televisivos, en el sentido común de la población no sería posible si no se hubiera consolidado una presunción básica de la para-cultura uribista en el imaginario colectivo: no hay grises, no hay término medio, o ustedes están "conmigo" o ustedes están "contra mí". Esto se ha retraducido en la práctica en el discurso de "el que no esté con las políticas de expansión y dominación norteamericanas, está con el terrorismo", son "terroristas vestidos de civil". No hay, entonces, un enemigo localizado, sino que se construye según las circunstancias y las necesidades. No podemos olvidar que después de la movilización del 6 de marzo de 2008, en homenaje a las víctimas del terrorismo de Estado, el establecimiento uribista ha recrudecido la embestida de asesinatos, desapariciones, atentados, torturas y amenazas contra miembros del Movimiento Nacional de Víctimas y otras organizaciones.3


En un ya famoso escrito titulado "me volví uribista", Daniel Samper Ospina, sintetiza esta "para-cultura" de forma gráfica: "Como no aguanto tanta presión de grupo, he decidido volverme uribista. De modo que de ahora en adelante botaré mis libros de filosofía y mi filósofo de cabecera será José Obdulio Gaviria. Creeré que la meritocracia para ser nombrado en una embajada consiste en ser hijo de un político uribista, ojalá costeño y ojalá corrupto. Creeré que los paras eran un mal menor, necesario para acabar con la guerrilla. Me parecerá que los crímenes de los paras no eran tan graves. Estigmatizaré a la izquierda y pensaré que cuanta persona oiga a Silvio Rodríguez, tome vino caliente o use mochila, en realidad es un terrorista en potencia. Creeré que vamos ganando la guerra y lo que nos hacía falta era mano dura. No aceptaré las derrotas y saludaré a mis rivales con asco y sólo cuando sea inevitable. Recortaré las columnas de Fernando Londoño, y lo que tiene aun más mérito trataré de leerlas hasta el final sin quedarme dormido. Creeré que deberíamos hacer una constitución a la que uno pudiera cambiar un articulito cada vez que se le dé la gana, para que Uribe no se vaya nunca de la presidencia. Creeré que no hay nadie fuera de Uribe, ni hubo nadie antes, ni habrá nadie después. Me compraré un caballo y un sombrero y los cabalgaré y no me sentiré como un Ochoa sino como un Uribe al hacerlo. Creeré que Uribe es entretenido incluso hablando de fútbol. Me cortaré el pelo al ras, me apuntaré el botón del bobo. Tendré sexo con las medias puestas y solamente para procrear. Ingresaré al Opus Dei. Admiraré a Franco en secreto".


Estamos a tiempo de revertir esta masacre. Esta convicción ha de poseernos hasta el compromiso (Ernesto Sábato).

*Notas:


1 Grupos armados ilegales de extrema derecha que se autodenominan como autodefensas. Según la investigación realizada por Contreras y Garavito (2002, 172), corresponsal del Newsweek y columnista de El Espectador respectivamente, basándose en informes de la Unión Europea, Álvaro Uribe Vélez, siendo gobernador de Antioquia fomentó y apoyó abiertamente las Asociaciones Comunitarias de Seguridad, Convivir, grupos armados que han respaldado una contrarreforma agraria en beneficio de los terratenientes, de narcotraficantes y del desarrollo de megaproyectos, originando tres millones de personas desplazadas a las que se les ha arrebatado sus tierras, sus pertenencias y su futuro.


2
Traqueto (a). Palabra que no existe en el diccionario pero que se utiliza en Colombia para denominar a los "nuevos ricos", procedentes de las mafias. Es la onomatopeya del sonido de las ametralladoras.


3 Ya han sido asesinados más de 15 miembros pertenecientes al Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado y recientemente 4 sindicalistas que convocaron la marcha del 6 de marzo de 2008 en homenaje a las víctimas del paramilitarismo, la parapolítica y los crímenes de Estado. En los cinco años de gobierno de Uribe Vélez han sido asesinados impunemente 564 mujeres y hombres sindicalistas de la Central Unitaria de Trabajadores (y más de 2.300 muertos en los últimos 20 años).

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