13 de septiembre de 2009




De El Nuevo Siglo, 13-09-2009

Vidas antagónicas
La confianza inversionista
y la gente





Por Helena Villamizar García-Herreros

La falacia acerca del crecimiento que “se derrama” hacia los pobres, tan conveniente a ciertas políticas e intereses, tiene en la Colombia del mandato Uribe la comprobación más vívida. El elevado crecimiento del 2004-2007, impulsado especialmente por factores externos, favoreció tan sólo a una minoría.

Según el Informe de la Corporación Financiera Internacional, “Colombia es la principal reformadora en pro de las empresas en América latina”. Llegó al segundo puesto en la región en facilidades para hacer negocios, después de Puerto Rico. Pero el regocijo de las grandes empresas tiene un revés inocultable que es el costo concomitante para el resto de los colombianos. Mientras las rebajas y exenciones de impuestos en un país con inmensas necesidades protegían cada vez más las alforjas de los grandes inversionistas, estas acciones paralelamente vulneraban gravemente los derechos del resto de colombianos y las condiciones estructurales para el desarrollo. Colombia en efecto ocupó el vergonzoso séptimo lugar en el índice de oportunidades humanas, y el noveno en el de desarrollo humano en América latina, estimados por el Banco Mundial y la ONU. “Importan más empresas que gente” tituló con acierto el Tiempo sobre estos agudos contrastes que desnudan las verdaderas prioridades distributivas del gobierno.

Un claro ejemplo de lo anterior es la sorprendente suerte de los inversionistas extranjeros. Cuando el gobierno pregona con gran regocijo los flujos de inversión extranjera, jamás menciona, así sea tangencialmente, las utilidades y dividendos girados al exterior por dichos inversionistas. Mostrar las dos caras, ingresos y extracciones de capitales, ofrecería una visión muy pesimista sobre el supuesto éxito para Colombia del fortalecimiento de “la confianza inversionista”. Quedarían al desnudo los verdaderos costos de la “hazaña” de haber logrado la mayor inversión extranjera durante estos últimos años. Y no porque la inversión extranjera sea en principio mala. Ella puede ser altamente benéfica; pero también puede generar efectos perversos para las economías receptoras cuando aporta poco al crecimiento y, en cambio, extrae altas ganancias minando el ingreso nacional y generando amplios déficit en cuenta corriente. Ello ocurrió en Colombia. Durante el período 2003 -primer semestre de 2009, se giraron al exterior en utilidades y dividendos de la inversión extranjera el equivalente al 65% de los ingresos de inversión extranjera directa -IED- del mismo lapso (US$ 28.555 millones frente a US$43.821 millones). De cada diez dólares que ingresaron por IED 6,50 se destinaron al giro de ganancias al exterior de inversionistas extranjeros. ¿Qué otro negocio les brindará tan jugosos beneficios en el planeta? Tan solo el año pasado dichos giros alcanzaron la cuantiosa suma de US$ 8.410 millones que representan nada menos que el 79% de los ingresos de IED del mismo año, que con tanta altisonancia pregonó el ministro de Hacienda; pero se cuidó muy bien de contar que de cada cinco dólares que entraron por ese concepto, casi cuatro se fueron en pagar utilidades a los inversionistas del exterior, recursos que fueron producidos en Colombia y que al salir restan a la demanda interna y al ingreso nacional. El dramatismo de esta cifra es inocultable. Ella brinda evidencia elocuente sobre la esencia del gobierno Uribe, pues estos giros de utilidades se incrementaron año a año gracias a una política de generosas exenciones y eliminación de impuestos, como el que existía para las remesas de utilidades al exterior. ¿Ignoraba el gobierno que esos impuestos tenían un costo de oportunidad?; ¿que al mismo tiempo los colombianos pagaban intereses por deuda pública externa, cuyo acumulado del 2003 al primer trimestre de 2009 ascendió a US$ 12676 millones? ¿Que dichas gabelas restaban recursos a otros fines más urgentes para la sociedad? Poco importó que en Colombia en estos años de gran oscuridad democrática, al mismo tiempo, y aún bajo el lente de la contabilidad oficial, los pobres se contaran por millones -21 millones y los indigentes aumentaran a la escandalosa dimensión de ocho millones de personas.

Y mientras millones de compatriotas se sumían en la miseria, tampoco importaba que los exorbitantes beneficios de los inversionistas del exterior alimentaran de manera aguda el déficit externo. Los solos giros de utilidades y dividendos en dicho período en promedio superaban el desequilibrio en cuenta corriente del país en 69% ¡casi 70%! ¡No hay derecho! Supuestamente los déficit externos cuando reportan beneficios es porque la economía está invirtiendo dichos recursos, pero contrariamente, lo que Colombia vivió fue la venta de muy valioso patrimonio público y de eficientes empresas privadas en un disfraz de inversión extranjera, que lo único que hizo crecer fueron las alforjas de dichos inversionistas y el desequilibrio externo del país, al tiempo que traspasaba el control de importantes servicios públicos al capital extranjero, como al parecer se quiere hacer ahora con las más importantes vías férreas y las restantes acciones públicas de ISAGEN. Prueba de la pobre contribución de este tipo de inversión extranjera al crecimiento es que el año pasado, período de mayor inversión extranjera en la historia, el PIB se desplomó.

Lo ocurrido bajo el mandato Uribe es un aberrante empobrecimiento de los colombianos, como lo revelan no sólo las cifras de pobreza y de indigencia y los cuatro millones de desplazados para quienes el abandono gubernamental llegó al extremo de merecer amonestaciones de la Corte Constitucional. Pues la seguridad democrática no alcanzó para ellos ni para la gran mayoría de colombianos, contrariamente a las mentiras que se dicen al respecto como lo ilustró Gonzalo de Francisco en este diario, (Mentiras” 4/09/09). Y frente al exterior, el empobrecimiento real de Colombia, la verdadera esencia de la “llamada confianza inversionista”, la revela la evolución de la “posición de inversión internacional”, indicador que muestra el saldo entre activos y pasivos con el resto del mundo. Le bastaron seis años al gobierno ilegítimo de Álvaro Uribe para duplicar el saldo negativo de ésta al pasar de US$27.008.1 millones en diciembre de 2002 a US$ 54.526.4 millones en marzo 31 de 2009. Y sin ningún escrúpulo, siguiera ante estos desastres, pretende reelegirse nuevamente con métodos ilegítimos.



Tomado de El Nuevo Siglo

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gobierno ilegitimo? Uribe no dio golpoe de estado, ni se robo las elecciones como otros vecinos , fue elegido por 8´000.000 Millones de Colombianos astiados de la guerrilla y el narcotrafico, asi les duela a los amigos de estos asesinos, asi que agan lo que agan escriban lo que escriban lo volveremos a reelegir, señores opositores amigos del odio y la barbarie.