11 de diciembre de 2009

Columna de los jueves, de Vladdo



JUEVES, DICIEMBRE 10, 2009



Fallos de la esperanza

Las dos sentencias proferidas la semana pasada por la Corte Suprema de Justicia son una señal de que no todo está perdido en este país de crímenes impunes y de inocentes injustamente condenados.

Para empezar, la exoneración del contraalmirante Gabriel Arango Bacci, injustamente llamado a calificar servicios, es un duro golpe a la credibilidad del gobierno y, más concretamente, a la del ex ministro Juan Manuel Santos y la del todavía comandante de la Armada, almirante Guillermo Barrera, a quienes la Corte Suprema ordenó investigar por las anomalías en las denuncias contra Arango Bacci. Por el lado de JMS el fallo no debería sorprender a nadie, pues ya es bien conocida su propensión a la mentira y el engaño; en cambio, por los lados de Barrera la cosa se complica un poco más, dada su carita de mosca muerta y su pregonada integridad, como miembro que es del Opus Dei. Escrivá de Balaguer debe estarse revolcando en la tumba.

Tras el fallo, algún comentarista de prensa salió en defensa de Barrera, aduciendo que “es el mejor comandante que esa fuerza ha tenido en décadas”, por lo cual “sería el colmo que, por cuenta de eso, la Armada Nacional que más ha golpeado a guerrilleros, narcos y paracos terminara pagando los platos rotos del caso Arango Bacci”. Craso error: la mejor manera de limpiar el nombre y el prestigio de la Armada no es echándole tierra (ni agua salada) al asunto, sino investigando a fondo las responsabilidades de quienes denunciaron a Arango Bacci, causándole, ellos sí, un gran desprestigio a la institución, al pretender ligar con narcotraficantes a un oficial con una hoja de vida intachable.

Pero si la absolución de Arango Bacci constituye un revés para el alto mando militar, la condena contra Salvador Arana Sus, ex gobernador de Sucre, por su participación en el asesinato del alcalde de El Roble, Eudaldo Díaz, representa un duro golpe contra la política de seguridad democrática, en cabeza de su principal gestor, Álvaro Uribe. En cualquier país mínimamente decente, las circunstancias en que se produjeron la desaparición, tortura y asesinato del alcalde Eudaldo Díaz habría ocasionado el derrumbamiento del gobierno, pero como el nuestro no es un país de esos, aquí no pasa nada.

Es que Eudaldo Díaz no le envió un fax ni le mandó una razón al presidente de la república denunciando las amenazas en su contra, sino que lo hizo cara a cara, y el mandatario, que tenía todo para salvar la vida de ese alcalde, no sólo no hizo nada, sino que protegió a su victimario, Salvador Arana, a quien nombró embajador en Chile, dizque por razones de seguridad. Habráse visto.

Judicialmente, esa conducta de Uribe se llama omisión, y puede traerle graves repercusiones judiciales, dentro y fuera de Colombia. Y si hasta ahora al presidente lo tenía sin cuidado la Corte Penal Internacional, éste debería ser un buen motivo para que se pellizque.


Tomado de Havladdorías


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