10 de febrero de 2009

Ya no es tiempo de llorar



Nota: Esta colaboración nos llegó de uno de nuestros lectores. Nos pareció muy interesante y pone un tema en discusión: la responsabilidad de los líderes, algunos de los cuales ahora quieren pasar de agache en este momento tan difícil para Lebrija. Nos autorizó a buscarle un seudónimo y así lo hacemos, protegiendo el verdadero nombre del autor.




Por: Juan D´Lebrija

No deja de ser irónico oír a ciertos políticos de Lebrija que otrora fueran impulsores de la campaña de la Dra. Sonia Serrano lamentando el daño que se le causó al municipio de Lebrija. Es generalizado el sentimiento de culpa y de apatía por tan desacertada elección que se capta entre varios de los promotores. Si bien para algunos es un sentimiento de vergüenza por haber participado, no dejan de existir quienes consideran dicho episodio como un simple accidente en la maquinación política.


No obstante, sin dejar de lado la responsabilidad que les corresponda por tan equivocada promoción, no deja de ser tampoco cierto que, con o sin ellos, Sonia Serrano tenía todas las posibilidades de ganar. No por sus méritos, sino por los desaciertos del grupo que encabezan Samuel Prada y los ex alcaldes. Los vecinos del municipio no querían saber nada de quienes promovieron y apoyaron a Ricardo Jaimes como alcalde, quien, sobradamente, realizó una de las más mediocres y deslucidas administraciones del municipio y se retiró del cargo en medio del más grande desprestigio.

Era la comunidad la que estaba harta de tal estado de cosas y pedía a gritos un cambio. Y era tan fuerte el sentimiento que nada valió al grupo de la administración presentar un candidato preparado, con experiencia y capaz de realizar una gestión administrativa más eficiente y eficaz que la presente. De ello no queda la menor duda. Pero su vinculación con el agotado equipo liderado por el asesor, corroído igualmente por contradicciones internas era un lastre difícil de superar. Así que la derrota de Nelson Pérez era algo de esperar.

Lo que no era de esperarse fue la actitud de algunos de los “líderes” del proceso, que tenían la obligación moral y política de advertir sobre la incapacidad de la candidata a la Alcaldía para dirigir el municipio. Hubiera sido preferible que se quedaran solos y aislados a participar en una efímera victoria que tan dolorosa está resultando para los ciudadanos de Lebrija. Por cuanto el papel de los líderes es ser avizores y fijar puntos de vista para que sean considerados por las comunidades y no el facilismo de montarse en un carro victorioso.

Tenían la obligación de ser objetivos y no de actuar con base en el resentimiento y el odio hacia el grupo opositor, más aún si el
costo era un salto al abismo.... Más grave todavía, si eran conscientes de la incapacidad mental y profesional de su candidata.

No se pueden desconocer condiciones tan importantes en la hora de escoger un candidato. Tales promotores tienen una deuda con Lebrija.




Todo cambia....




... sólo que algunos cambios pueden salir mal...


8 de febrero de 2009

El reacomodamiento

Publicamos las reflexiones del sacerdote jesuita Alejandro Angulo, investigador del CINEP, porque reflejan con gran exactitud nuestra realidad política actual. A propósito, nos preguntamos, ¿cómo está la situación en Lebrija? ¿No existe o están ocultos? ¿Qué pasó con los reclutamientos que se venían presentando hasta hace proque en el casco urbano y en las veredas? ¿Se ha investigado al respecto? Porque aquí hay pretenciones de jugar en las grandes ligas, hasta tenemos nuestro "narquito criollo", con protección y todo...


El Reacomodamiento

Por Alejandro Angulo s.j. / cinep.org.co

El diálogo de estudiosos tenido en el CINEP el lunes 2 de febrero documentó dos noticias, una buena y otra mala, que además aclaran mucho el fondo de las versiones oficiales y justifican el clamor de las víctimas: (a) la Seguridad Democrática ganó la guerra, (b) la violencia en Colombia no ha disminuido. Sumadas las dos resulta una sola noticia muy preocupante: se han ganado las batallas pero se ha perdido la guerra. Lo cual quiere decir que en Colombia la política sigue siendo una forma aceptada de hacer la guerra. En otras palabras: entre los interesados se sigue pensando que el homicidio es más eficiente que las urnas y que las bandas armadas son más convincentes que las campañas políticas.

Afirmar que se ganó la guerra significa, como los mismos estudios lo demuestran, que la guerrilla ha sido golpeada pero no extinguida y que los homicidios son menos numerosos. Usando unas estadísticas verosímiles, pero no a prueba de bomba, se observa que del 2001 al 2008 los muertos civiles bajaron de más de 1.500 a poco más de 400. Las acciones unilaterales de las FARC disminuyeron de 400 en el 2001 a menos de 50 en el 2008. Por eso sigue la violencia por ese lado. Con todo, ésta es la buena noticia.

Ahora bien la mala noticia es que la fuerza victoriosa es el paramilitarismo. Y aquí viene lo más diciente y terrificante. Los paramilitares, con sus jefes en las cárceles y todo, se han consolidado hasta el punto de poder pasar de la violencia asesina a la violencia política y económica que funciona con el mecanismo de la exclusión de las minorías y con la manivela del terror. Las masacres que en el 2000 eran el 47% de la acción paramilitar, en el 2004 fueron el 8% y en el 2007 son el 3%. O sea que ahora prima la amenaza, que en el 2004 era el 4% y en el 2007 es el 57% de la acción "para". Conclusión: los "paracos" ya no masacran sino que amenazan. ¿Es una ganancia moral? No me parece tan claro, porque también sigue la violencia por este otro lado. Nos hallamos en un paisaje escabroso de la continuidad de la violencia en las relaciones sociales. Es lo que en el mencionado evento llamaron el reacomodamiento, usando una expresión que fue debatida entre los colegas, pero que me parece muy afortunada por lo precisa. ¡Un indicador burdo pero tenebroso del dicho reacomodamiento para muchos colombianos es que en el 2007 el 8% de la "acción" paramilitar es revelar dónde se encuentran las fosas comunes!





El reacomodamiento en sí tampoco es nuevo. No son, desde luego, las mismas formas de organizar y perpetrar la violencia pero sí son todas paramilitares, es decir, mala leche. Una vez que se apoderan de los puestos públicos, gracias al terror que logran inspirar, las bandas ilegales reanudan la extorsión, a la manera clientelista de la política tradicional, pero reforzada con el miedo que las masacres dejaron flotante en la fugaz memoria de la opinión pública. Es una metamorfosis de la violencia armada en violencia económica y social.

La verdadera victoria de la Seguridad Democrática es la consolidación paramilitar. Que fuera o no buscada es disputable. Pero que no ha sido evitada es cierto. Los combates contra los paramilitares los están realizando otros paramilitares. La "negociación" con los paramilitares puso sobre la mesa la parapolítica, un viejo vicio oculto de nuestra vulnerable democracia. Pero la victoria sobre la parapolítica está por verse, dado que su entronque con el narcotráfico la torna invulnerable. Se logra, en cambio, conservar y agrandar un modelo de gestión política y de desarrollo económico que mantiene la exclusión de las minorías étnicas mucho mejor que durante la Conquista y la Colonia. Y por el otro lado se logra también anular la protesta contra ese modelo de economía esclavista que privatiza el Estado y vuelve precario el contrato de trabajo. Dicha protesta encarnada en las manifestaciones populares y llevada al extremo violento por las guerrillas ha sido derrotada. Es el sentido profundo del triunfo de la Seguridad Democrática.

Por el lado de la tierra, el resultado de la victoria paramilitar, evoca también la Conquista y la Colonia porque sus primeras víctimas son los indígenas y los negros, los unos despojados de sus tierras y los otros secuestrados antaño, y despojados antaño y hogaño de sus tierras. Hoy a unos y a otros, reconocida en principio su dignidad humana, se les expulsa de sus tierras con violación de la legalidad vigente y de sus derechos a un trato digno. Esto ya no se hace en nombre de Dios y del Rey, como antaño, sino que en nombre del narcotráfico ilegal y de otros tráficos legales, los dioses y los reyes de hogaño. ¿Es una ganancia moral? No lo creo. En cambio sí creo que es un perfecto reacomodamiento del clientelismo, que se hace mucho más violento, y de la concentración de la tierra que logra desplazar al 14% de la población y quedarse con sus tierras. Estos tres millones de migrantes forzados son los dolientes del desacomodamiento y su clamor incomoda al cielo y a la tierra porque ellos perdieron la guerra sin haber tenido la oportunidad de lucharla para convertirse en las bajas de la Seguridad y los despojos de la Democracia.

Por: Alejandro Angulo S.J.





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Ilustraciones: http://bacteriaopina.blogspot.com