28 de marzo de 2009

Afganistán: una advertencia a los tercos... imperialistas



Está de moda anunciar que Afganistán es ahora el enemigo. Obama retira las maltrechas y ezquizofrénicas tropas apostadas en Irak para enviarlas al indomable país asiático enclavado entre Irán, Pakistán, Turkmenistán, Tajikistán, Uzbekistán y  China. Afganistán, además de contar con unos pobladores reacios a cualquier dominación extranjera, donde con su lucha ha enterrado varios imperios, cuenta con una geografía arisca e inaccesible, apta para la lucha guerrillera prolongada, aún en la época moderna, donde la aviación es un factor importante.

Las tropas yanquis han avanzado en algo importante: el odio de los afganos y los pakistaníes que han sido víctimas de los miles de civiles que han caído por las bombas norteamericanas. 

Pero los imperios son necios y orgullosos. Vale la pena recordar el poema aparecido en el Espectaador el 19 de marzo del 2009. Es bueno reflexionar a partir de la poesía.





Afganistán y Fontane


Por: Ricardo Bada

En nuestras latitudes, con el nombre de Theodor Fontane suele asociarse el recuerdo de su Effi Briest, miopemente apostrofada como la Madame Bovary alemana.

En cambio no se le asocia con las baladas que publicó en 1861, en el libro donde incluye una que se titula La tragedia de Afganistán. Lo trágico, en verdad, es que esa balada resulta profética, en más de un sentido.

Está fechada en 1859 y con toda seguridad se refiere a la masacre perpetrada por los afganos contra la guarnición inglesa de Kabul en 1841. Aunque también puede tener como trasfondo alguno de los muchos intentos llevados a cabo para convertir Afganistán en una perla más de la corona imperial de Su Majestad Victoria. Todos fracasaron. Como siglo y medio más tarde fracasó la invasión soviética. Como está fracasando la ocupación militar aliada. Nadie, desde Alejandro Magno, ha podido enorgullecerse de haber conquistado el arisco país.

En cualquier caso, aquí les traduzco la balada, que es, de por sí, tan alucinante como un cuento de Edgar Allan Poe.

La tragedia de Afganistán

Autor: Theodor Fontane

Traducción de Ricardo Bada

 

«Silenciosa del cielo cae la nieve

cuando a Jalalabad llega el jinete.

 “¿Quién va?” – “Un soldado de su majestad,

traigo noticias de Afganistán”.

 

¡Afganistán!  Lo dijo con tal voz

que media ciudad pronto lo rodeó.

Sir Robert Sale, el propio comandante,

lo ayudó a desmontar del purasangre.

Lo llevaron al cuarto de banderas,

donde arde el fuego en la chimenea.

¡Cómo calienta el fuego, y luz por fin!

Suspiró, dio las gracias, dijo así:

 

“Éramos trece mil la expedición

que en Kabul el camino comenzó.

Mujeres, niños, jefes y soldados,

helados, derrotados, traicionados,

nuestro ejército entero se ha perdido,

ahí fuera vagará quien siga vivo.

Con la ayuda de un dios yo me salvé,

mirad si es que al resto salvar podéis”.

 

La muralla sir Robert escaló, 

soldados y oficiales de él en pos.

Sir Robert dijo: “Cae la nieve espesa.

Si nos buscan, así no nos encuentran,

a ciegas vagarán aun tan cercanos...

Hagamos, pues, que puedan escucharnos.

¡Cantad viejas canciones de la patria!

¡Que toquen las cornetas hasta el alba!”

 

Así lo hicieron y no se cansaron

de pasar esa noche allí cantando,

primero alegres cántigas inglesas,

después tristes baladas escocesas.

Sonaron las cornetas sin descanso,

como sólo el amor puede lograrlo,

hasta el día siguiente, y uno más.

 

Inútil hacerlo, e inútil cantar.

Quienes debían oír, no oían nada:

la expedición estaba aniquilada.

De trece mil que eran al comenzar,

sólo uno volvió de Afganistán».

 

Dizque la Biblioteca del Congreso, en Washington, lo posee absolutamente todo en materia de libros publicados en este mundo. Sería una buena idea si alguien enviase desde allí, al Pentágono, la balada de Fontane. Con copia para la Casa Blanca. Y para el 10 de Downing Street. Y un largo etcétera.

·         Ricardo Bada


Tomado de El Espectador, marzo 19/2009


25 de marzo de 2009

Los "rescates" de Obama...





No hay rescate para los más golpeados
 




Por Amy Goodman

La utilización de dinero del rescate financiero—dinero aportado por los contribuyentes—para el pago de primas de AIG ha provocado, con razón, una virulenta reacción masiva contra la aseguradora y contra Wall Street. Pero también contra el Presidente Barack Obama y sus asesores económicos–el Secretario del Tesoro Timothy Geithner y Larry Summers. Con el rescate financiero, los ciudadanos estadounidenses pasaron a ser propietarios del 80 por ciento de AIG. La indignación se hizo notar tanto en el Partido Demócrata como en el Republicano. El Senador republicano por Iowa Charles Grassley dijo sobre los ejecutivos de AIG: “Lo primero que me haría sentir un poco mejor con ellos es que siguieran el modelo japonés, hicieran una profunda reverencia ante el pueblo estadounidense, se disculparan y luego optaran por una de estas dos alternativas: renunciar o suicidarse.” El Fiscal General de Nueva York Andrew Cuomo acaba de difundir detalles del pago de primas que dejan en evidencia la absurda afirmación de AIG de que se trata de “primas de retención” dirigidas a conservar a empleados clave: once de los ejecutivos que recibieron primas de un millón de dólares ya no trabajan para AIG.

Estos millonarios de AIG tendrían que devolver estas fortunas que no ganaron con su trabajo, y de hecho cabe la posibilidad de que el Congreso apruebe una ley impositiva exclusivamente para ellos, que grave sus primas en un 100 por ciento. Pero, para quienes han sido los más golpeados por la crisis económica, ¿servirá de algo toda esta indignación? ¿Llegará algo de los cientos de millones de dólares de los diversos paquetes de estímulo económico y rescates financieros al ciudadano común que simplemente intenta salir adelante? ¿O serán acaparados por las corporaciones consideradas “demasiado grandes como para ir a la quiebra”, dejando atrás a millones de personas que, por lo visto, son suficientemente pequeñas como para dejarlas quebrar?



El Centro para la Inclusión Social (CSI, por sus siglas en inglés) acaba de publicar un informe sobre la crisis económica que incluye recomendaciones sobre la mejor manera para resolverla. Vincula el factor racial con la falta de oportunidades y la proliferación de las tristemente famosas hipotecas de alto riesgo que desencadenaron la crisis económica.

Maya Wiley, Directora Ejecutiva de CSI, me dijo: “Para estimular la economía tenemos que estimular la igualdad.” La gente precisa educación, transporte, vivienda y un medio ambiente limpio, porque esos son los factores que les permiten tener una base sólida para responder a la crisis y salir adelante. Wiley advierte que la propuesta de crear puestos de trabajo a partir de proyectos de infraestructura de rápida implementación (proyectos conocidos como ‘shovel-ready’) dirigidos a estimular la economía, favorecerá en forma desproporcionada a quienes ya trabajan en el sector de la construcción, que son predominantemente hombres blancos. Por eso propone que se establezcan acuerdos de beneficios comunitarios para la creación de empleos. Sobre este tema, Wiley me dijo: “Es necesario contar con acuerdos de beneficios comunitarios para las obras de construcción; debemos asegurarnos de que cuando el gobierno realice obras de construcción garantice que las personas de bajos ingresos, las personas de color y las mujeres accedan en igualdad de condiciones a esos puestos de trabajo. Y debemos asegurarnos de que el presupuesto de tránsito, o más bien, el presupuesto de transporte se destine realmente a proyectos inteligentes de tránsito que conecten a la gente que necesita trabajo con los lugares donde están los puestos de trabajo.”

El grupo Unidos por una Economía Justa también pone énfasis en la brecha racial que existe en la distribución de la riqueza señalando que un “24 por ciento de la población negra y un 21 por ciento de la latina viven bajo la línea de pobreza, mientras que sólo un 8 por ciento de la población blanca se encuentra en esa situación. En el mundo corporativo estamos presenciando los mayores rescates financieros de la historia, a la vez que las remuneraciones que reciben los ejecutivos alcanzan montos inusitados. El sueldo de un alto ejecutivo es 344 veces mayor que el de un trabajador promedio.”

Existe una creencia generalizada de que la liberación de créditos salvará a la economía y de que, por lo tanto, estos gigantes bancarios necesitan cientos de miles de millones de dólares de los rescates financieros costeados por los contribuyentes. Pero la crisis comenzó justamente por los incumplimientos de pago de los créditos hipotecarios de alto riesgo. Una solución que se podría haber intentado cuando comenzó la crisis hubiera sido ayudar a los propietarios que no podían pagar, de manera que se salvaran de la ejecución de su vivienda. Maya Wiley del Centro para la Inclusión señala: “El 35 por ciento de los titulares de hipotecas de alto riesgo estaban en realidad en condiciones de recibir préstamos a tasas preferenciales. Treinta y cinco por ciento. Así que imagínense si hubiéramos tenido un sistema de financiación en el cual la gente hubiera accedido realmente a los créditos que le correspondían. La mayoría de esa gente eran personas de color. E incluso si miramos cómo se extendió la industria de los préstamos de alto riesgo, vemos que en gran medida se desarrolló porque estas comunidades de color no tenían un acceso justo al crédito.”


En todas partes se cuecen habas....

Los bancos y las instituciones de préstamos hipotecarios impulsaron una estrategia agresiva para imponerles préstamos riesgosos a personas pobres y minorías. La Asociación Nacional para el Progreso de la Gente de Color (NAACP, por sus siglas en inglés) presentó demandas contra Wells Fargo y HSBC, acusando a estas instituciones de “racismo sistemático e institucionalizado en la concesión de préstamos hipotecarios”.

Los bancos empaquetaron estos préstamos riesgosos en valores financieros y los vendieron; luego, en base a esos valores, crearon instrumentos derivados que resultan imposibles de entender y mucho menos valuar. AIG aseguró a los bancos de inversión contra las potenciales pérdidas de estos instrumentos derivados complejos. El Tesoro de Estados Unidos rescató entonces a los bancos y a AIG. AIG luego utilizó decenas de miles de millones de dólares de su dinero del rescate financiero para pagarles a esos mismos gigantes bancarios que ya habían recibido miles de millones de dólares en fondos de rescate: Bank of America y Goldman Sachs. Pero, a pesar de esta sangría de cientos de miles de millones de dólares que se ha destinado a estos megabancos, resulta que ahora nos dicen que el mercado crediticio sigue paralizado. Muchos bancos europeos también han recibido fondos a través de similares rescates, incluido el banco suizo UBS, que ofrece cuentas bancarias secretas que permiten a los estadounidenses más ricos evadir impuestos. De hecho eso es lo que están haciendo los tan golpeados contribuyentes estadounidenses: rescatando a sus acaudalados compatriotas evasores de impuestos.



Obama se ha rodeado de asesores financieros, como Summers y Geithner, que tienen vínculos muy estrechos con Wall Street. Es hora de encauzar el estímulo económico hacia quienes realmente lo necesitan: los ciudadanos que lo están financiando con sus impuestos.

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Denis Moynihan colaboró en la producción periodística de esta columna.

Amy Goodman es presentadora de “Democracy Now!”, un noticiero internacional diario de una hora de duración que se emite en más de 550 emisoras de radio y televisión en inglés y en 200 emisoras en español. En 2008 fue distinguida con el “Right Livelihood Award”, también conocido como el “Premio Nobel Alternativo”, otorgado en el Parlamento Sueco en diciembre.

© 2009 Amy Goodman

Texto en inglés traducido por Laura Perez y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org