8 de octubre de 2010

Perfil del sacamicas

Nota: con una real preocupación por conocer a mucha de nuestra clase política nacional y, en particular, de Lebrija, realizamos una búsqueda por el origen de la palabra sacamicas, tan empleada en nuestro país.

Dicha expresión tiene un fuerte fundamento histórico en la edad media, donde los nobles consideraban como gran honor el que el rey les permitiera sacar de sus aposentos las "micas" llenas con sus excrementos reales. Entre más mierda sacaran, y sin hacerle gestos a sus efluvios, más cercanos estaban a su corazón.

Así que nuestros sacamicas son eso: porta mierdas que no se asquean de nada, y que prontamente cumplen dicha labor. No hay indignidad en ellos. Al contrario se sienten felices, como, por ejemplo, la mayoría de nuestros concejales. Pero no seamos injustos; igual lo son los diputados, representantes, senadores y empleados de todos los niveles. Sacamicas prontos a sacar y oler las porquerías de sus amos de turno. Los perfectos corruptos....

Veamos, pues, ahora, la descripción que de ellos hace un columnista de eltiempo.com

Perfil del sacamicas

Por Oscar Domínguez

Tomado de eltiempo.com; sección Editorial-opinión; del 9 de enero de 2010.


Han hecho de la abyección un oficio. Una religión. Un tic. Trepangos a morir, con tal de ascender en la nómina, mejorar su ridículo currículo, son capaces de todas las genuflexiones. Pululan en época preelectoral. Estudian qué vagón político ofrece las mejores perspectivas. No tienen vocación de perdedores.

Rémoras sin riñón, viven del triunfo ajeno. Por dentro de sus almas espanta. Por fuera, también. De moral blandengue, se inclinan hacia donde soplan los mejores vientos. Nunca pierden, y si pierden, procuran arrebatar. A la hora del revés, son los primeros en abandonar el barco, como ciertos roedores de fea catadura. Venden su alma al mejor postor. En esto son espléndidos impostores.

Másteres en deslealtades, al estilo de Fouché, no consideran esa condición un detestable lapsus, sino exquisita virtud. El transfuguismo es demasiado tentador para dejárselo a quienes le dieron rostro constitucional. Cargan maleta. No la suya, por supuesto. Prefieren andar ligeros de equipaje para ahorrar energías que necesitarán para movilizar la de sus mecenas. Si hay que dar bruscos giros, de 360 grados por ejemplo, se sienten en su elemento. Doblez obliga. Se voltean más que un desvelado. No les importa cambiar de sexo político a toda hora. Pondrían ese travestismo en su hoja de vida.

Nunca miran a los ojos para que no los pillen con las manos en la masa. Frente al espejo, tampoco se miran. Se sospechan. Huyen de sí mismos. Eso sí, se esperan para no caminar solos. Se tienen miedo. En el fondo, no resisten su siniestra condición. Adoptan como suya la ideología de quien les firma los cheques. Para mejorar en fidelidad, miran horas y horas a Nick, el centenario perrito de la Víctor. Hay que prosperar siempre en el oficio. Es parte de la estética del sacamicas.

Celebran que la Real Academia no los incluya aún en su Diccionario. De esta forma, se sienten anónimos, protegidos, inexistentes. No saben lo que les va pierna arriba. Un diccionario del Caro y Cuervo los agarra como con pinzas, para no contaminarse, y los fulmina en cuatro palabras: "persona aduladora y servil". Como sus colegas los lagartos o los arribistas, en la noche de elecciones el sacamicas es el primero en proclamar: "Triunfamos". Si la victoria está en el otro campamento, calladito la boca, toma la avenida que conduce al nuevo César. Ni siquiera le dan el pésame al que tuvo el detalle de llenarle el buche.

Nunca pasará de mando medio. Su concepto de la gloria no le plantea mayores exigencias. Sobrevivir es suficiente. Tal vez demasiado. Cuando busca empleo como sacamicas, huele en el ambiente a ver si el terreno ya está ocupado. En esto "no hay cama para tanta gente". No se trata de un gesto de generosidad: es pragmatismo puro. No da la cara. Si mucho la espalda. Sobre todo cuando el dulce se pone a mordiscos. Por sus cabriolas los conoceréis.

oscardominguezg@etb.net.co


7 de octubre de 2010

De Gonzalo Arango...



Nota: Indudablemente Gonzalo Arango tenía más claridad sobre la realidad política nacional que la mayoría, si no todos, los políticos del sistema, que jamás han entendido que la raíz del problema de la violencia en Colombia es social. Morirán muchos bandidos, rebeldes, patriotas, lo que sea, pero sólo finalizará la lucha cuando Colombia sea una patria para todos: grande, generosa, justa y democrática. Mientras, correrá la sangre... y mucha.

De la organización Otraparte, Antioquia, dedicada a guardar la memoria de Fernando González, tomamos el siguiente texto.


Archivo “Boletín de Otraparte”
Boletín N° 95 - Septiembre 23 de 2010
Elegía a “Desquite”

* * *

Elegía a “Desquite”

Sí, nada más que una rosa, pero de sangre. Y bien roja como a él le gustaba: roja, liberal y asesina. Porque él era un malhechor, un poeta de la muerte. Hacía del crimen una de las más bellas artes. Mataba, se desquitaba, lo mataron. Se llamaba “Desquite”. De tanto huir había olvidado su verdadero nombre. O de tanto matar había terminado por odiarlo.

Lo mataron porque era un bandido y tenía que morir. Merecía morir sin duda, pero no más que los bandidos del poder.

Al ver en los diarios su cadáver acribillado, uno descubría en su rostro cierta decencia, una autenticidad, la del perfecto bandido: flaco, nervioso, alucinado, un místico del terror. O sea, la dignidad de un bandolero que no quería ser sino eso: bandolero. Pero lo era con toda el alma, con toda la ferocidad de su alma enigmática, de su satanismo devastador.

Con un ideal, esa fuerza tenebrosa invertida en el crimen, se habría podido encarnar en un líder al estilo Bolívar, Zapata, o Fidel Castro.

Sin ningún ideal, no pudo ser sino un asesino que mataba por matar. Pero este bandido tenía cara de no serlo. Quiero decir, había un hálito de pulcritud en su cadáver, de limpieza. No dudo que tal vez bajo otro cielo que no fuera el siniestro ciclo de su patria, este bandolero habría podido ser un misionero, o un auténtico revolucionario.

Siempre me pareció trágico el destino de ciertos hombres que equivocaron su camino, que perdieron la posibilidad de dirigir la Historia, o su propio Destino.

“Desquite” era uno de esos: era uno de los colombianos que más valía: 160 mil pesos. Otros no se venden tan caro, se entregan por un voto. “Desquite” no se vendió. Lo que valía lo pagaron después de muerto, al delator. Esa fiera no cabía en ninguna jaula. Su odio era irracional, ateo, fiero, y como una fiera tenía que morir: acorralado.

Aún después de muerto, los soldados temieron acercársele por miedo a su fantasma. Su leyenda roja lo había hecho temible, invencible.

No me interesa la versión que de este hombre dieron los comandos militares. Lo que me interesa de él es la imagen que hay detrás del espejo, la que yacía oculta en el fondo oscuro y enigmático de su biología.

¿Quién era en verdad?

Su filosofía, por llamarla así, eran la violencia y la muerte. Me habría gustado preguntarle en qué escuela se la enseñaron. El habría dicho: Yo no tuve escuela, la aprendí en la violencia, a los 17 años. Allá hice mis primeras letras, mejor dicho, mis primeras armas.

Con razón... Se había hecho guerrillero siendo casi un niño. No para matar sino para que no lo mataran, para defender su derecho a vivir, que, en su tiempo, era la única causa que quedaba por defender en Colombia: la vida.

En adelante, este hombre, o mejor, este niño, no tendrá más ley que el asesinato. Su patria, su gobierno, lo despojan, lo vuelven asesino, le dan una sicología de asesino. Seguirá matando hasta el fin porque es lo único que sabe: matar para vivir (no vivir para matar). Sólo le enseñaron esta lección amarga y mortal, y la hará una filosofía aplicable a todos los actos de su existencia. El terror ha devenido su naturaleza, y todos sabemos que no es fácil luchar contra el Destino. El crimen fue su conocimiento, en adelante sólo podrá pensar en términos de sangre.

Yo, un poeta, en las mismas circunstancias de opresión, miseria, miedo y persecución, también habría sido bandolero. Creo que hoy me llamaría “General Exterminio”.

Por eso le hago esta elegía a “Desquite”, porque con las mismas posibilidades que yo tuve, él se habría podido llamar Gonzalo Arango, y ser un poeta con la dignidad que confiere Rimbaud a la poesía: la mano que maneja la pluma vale tanto como la que conduce el arado. Pero la vida es a veces asesina.

¿Estoy contento de que lo hayan matado?

Sí.

Y también estoy muy triste.

Porque vivió la vida que no merecía, porque vivió muriendo, errante y aterrado, despreciándolo todo y despreciándose a sí mismo, pues no hay crimen más grande que el desprecio a uno mismo.

Dentro de su extraña y delictiva filosofía, este hombre no reconocía más culpa, ni más remordimiento que el de dejarse matar por su enemigo: toda la sociedad.

¿Tendrá alguna relación con él aquello de que la libertad es el terror?

Un poco sí. Pero, ¿era culpable realmente? Sí, porque era libre de elegir el asesinato y lo eligió. Pero también era inocente en la medida en que el asesinato lo eligió a él.

Por eso, en uno de los ocho agujeros que abalearon el cuerpo del bandido, deposito mi rosa de sangre. Uno de esos disparos mató a un inocente que no tuvo la posibilidad de serlo. Los otros siete mataron al asesino que fue.

¿Qué le dirá a Dios este bandido?

Nada que Dios no sepa: que los hombres no matan porque nacieron asesinos, sino que son asesinos porque la sociedad en que nacieron les negó el derecho a ser hombres.

Menos mal que Desquite no irá al Infierno, pues él ya pagó sus culpas en el infierno sin esperanzas de su patria.

Pero tampoco irá al Cielo porque su ideal de salvación fue inhumano, y descargó sus odios eligiendo las víctimas entre inocentes.

Entonces, ¿adónde irá Desquite?

Pues a la tierra que manchó con su sangre y la de sus víctimas. La tierra, que no es vengativa, lo cubrirá de cieno, silencio y olvido.

Los campesinos y los pájaros podrán ahora dormir sin zozobra. El hombre que erraba por las montañas como un condenado, ya no existe.

Los soldados que lo mataron en cumplimiento del deber le capturaron su arma en cuya culata se leía una inscripción grabada con filo de puñal. Sólo decía: “Esta es mi vida”.

Nunca la vida fue tan mortal para un hombre.

Yo pregunto sobre su tumba cavada en la montaña: ¿no habrá manera de que Colombia, en vez de matar a sus hijos, los haga dignos de vivir?

Si Colombia no puede responder a esta pregunta, entonces profetizo una desgracia: Desquite resucitará, y la tierra se volverá a regar de sangre, dolor y lágrimas.

Fuente:

Arango, Gonzalo. “Elegía a ‘Desquite’”. Obra negra. Santa Fe de Bogotá, Plaza & Janés, primera edición en Colombia, abril de 1993, p.p.: 42 - 44. Publicado en Prosas para leer en la silla eléctrica (crónicas, ensayos, artículos), Bogotá, Editorial Iqueima, 1966.



6 de octubre de 2010

Mono Jojoy





Isaac Bigio


Mono Jojoy



Bogotá ha anunciado que ha caído el “Mono Jojoy” en Macarena (Meta) no tan lejos de la frontera colombiana con Perú. La agencia noticiosa pro-FARC, aceptando esa posibilidad, sostiene que se trata de otro crimen de la CIA.

Este sería el quinto de 7 miembros del Secretariado máximo de esta guerrilla, la más antigua y fuerte del hemisferio occidental, en haber fallecido desde el 2008. Los otros fueron “Raúl Reyes”, “Iván Ríos”, “Tirofijo” y “Domingo Biojo”. Tirofijo fue el líder histórico y Reyes fue su número dos.

A la muerte de ambos las FARC decidieron colocar como su cabeza a un ideólogo antes que a un jefe guerrero. Por el antropólogo “Alfonso Cano” por encima del “Mono Jojoy” (comandante del frente oriental) quien seguía siendo su principal caudillo militar.

Para “Semana” Jojoy fue el más sanguinario militante de las FARC y la suya sería la principal muerte propinada por las FFAA contra ésta. Esta misma revista bogotana había venido pronosticando previamente que el cerco contra “Jojoy” se cerraba tras la caída de varios de sus lugartenientes y como resultado de un debilitamiento de la guerrilla.

Quien había nacido el 5 de febrero de 1953 cerca a la capital colombiana como Jorge Briceño había recibido el apodo que llevaba con orgullo desde sus 8 años de edad hasta el día de su muerte (22 septiembre 2010) por parte de “Jacobo Arenas”, el primer jefe que tuvo las FARC. Se cuenta que Arenas solía llamar al hijo de su cocinera como “mono” (cariñoso apelativo colombiano) y él respondía riéndose “jo-jo”. Orlando Gomez de La Hora de Quito me escribió diciéndome que ese seudónimo, más bien, se da en razón de un gusano llamado “jojoy” que se escabulle fácilmente en la selva. Jojoy, como empezó a ser conocido, sirvió como guardaespaldas de Arenas y luego escaló hasta ser un “mariscal” de dicha insurgencia.

La baja producida para la subversión colombiana no es una simple monada o motivo para tener un jajá. Lo acontecido querrá ser utilizado por el nuevo gobierno para ir aislando y desmoralizando a las FARC presionando a ésta para que busque hacer una serie de concesiones (entrega de prisioneros y parar ataques y secuestros) a fin de serle ofrecida un proceso de negociación.

Santos deberá buscar sacar ventaja de ese duro golpe y de que acaba de iniciar su mandato como el presidente que más votos haya recibido en la historia nacional y el que más apoyo de diversos partidos y congresistas viene recibiendo.

La guerrilla colombiana, mientras tanto, sabe que no puede tomar el poder por la vía militar por lo que debe escoger 4 escenarios: seguir el sendero centroamericano o sudafricano de buscar remplazar las armas por las urnas, marginalizarse como el senderismo peruano, replegarse hasta esperar el desgaste del régimen o dar un giro hacia el trabajo sindical apartándose del militar a fin de revitalizarse.

Algo que llama la atención es que mientras que el partido de Lula acepta a las FARC como miembro del Foro de Sao Paulo, la internacional de la izquierda latinoamericana que lidera, el gobierno brasilero le vendió al colombiano varios de los 30 aviones súper tucanes que fueron utilizados en la operación Sodoma que fulminó a Jojoy y su grupo.





5 de octubre de 2010

Carta del padre Javier Giraldo M., S. J.


Carta al Padre John Dear, S. J. ex-presidente Uribe catedrático de Georgetown University

Lunes 6 de septiembre de 2010, por Javier Giraldo M. , S.J.


Carta al Padre John Dear, S. J., jesuita estadounidense que ha recorrido muchas zonas de guerra del mundo como activista de la paz y ha sufrido la cárcel por oponerse a las políticas criminales de su país. Ha publicado muchos libros sobre espiritualidad cristiana de la paz y ha visitado varias regiones de Colombia.

Estimado y recordado John:
Recibe un fraterno y cariñoso saludo.

Te escribo muy preocupado por el hecho de que en nuestra universidad jesuita de Georgetown hayan vinculado como docente al Presidente saliente de Colombia, Álvaro Uribe Vélez. No ceso de recibir mensajes de personas y grupos que sufrie-ron enormemente durante su gobierno, que reclaman y cuestionan la actitud de nuestra Compañía o su falta de discernimiento ético al tomar este tipo de decisio-nes.

Es posible que las directivas de Georgetown hayan recibido conceptos positivos de colombianos de altas posiciones económicas o políticas, pero es difícil que ignoren al menos las profundas controversias éticas que levantó su gobierno y los cuestionamientos y sanciones que recibió de muchos organismos internacionales que tratan de proteger la dignidad humana. El sólo hecho de que durante su carrera política, desde que era Gobernador del Departamento de Antioquia (1995-1997) hubiera fundado y protegido tantos grupos paramilitares, llamados eufemísticamente “Convivir”, que asesinaron y desaparecieron a millares de personas y desplazaron multitudes cometiendo otras muchas atrocidades, ya implica una exigencia de censura ética para encomendarle cualquier responsabilidad en el futuro. Pero no sólo continuó patrocinando esos grupos paramilitares sino que los mantuvo y los complementó con un nuevo modelo de paramilitarismo legalizado, como son las redes de informantes, las redes de cooperantes y el nuevo tipo de empresas de seguridad privada que involucran a varios millones de civiles en actividades militares relacionadas con el conflicto armado interno, mientras le mentía a la comunidad internacional con una falsa desactivación de los paramilitares.

Además, fue escandalosa durante su gobierno la práctica de los “falsos positivos” consistente en asesinar civiles, principalmente campesinos, y después de muertos vestirlos de combatientes para justificar su muerte. Con ello pretendía mostrar victorias militares falsas sobre los rebeldes y eliminar a los activistas de los movimientos sociales que buscan justicia.

La corrupción durante su gobierno fue más que escandalosa, no sólo por la presencia de narcotraficantes en los puestos públicos sino porque el Congreso y muchos cargos de gobierno fueron ocupados por delincuentes. Hoy hay más de cien congresistas en procesos criminales, todos ellos del entorno electoral más cercano del Presidente Uribe.

Fue escandalosa la compra de conciencias para manipular los aparatos de justicia, lo que terminó destruyendo, en niveles muy profundos, la conciencia moral del país. También fue escandalosa la corrupción con que sus ministros más cercanos manejaron la política agraria para favorecer a los más ricos con los dineros públi-cos, mientras impedía y estigmatizaba los proyectos sociales. La corrupción de sus hijos, para enriquecerse a costa de ventajas de poder, escandalizó en su momento a toda la nación. También utilizó el organismo de seguridad que estaba directamente bajo su control (el Departamento Administrativo de Seguridad) para espiar mediante controles telefónicos clandestinos, a las Cortes de Justicia, a los políticos de la oposición, a los movimientos sociales y de derechos humanos.

Fueron en extremo escandalosos los mecanismos corruptos de los cuales se valió para lograr su reelección a la Presidencia en 2006, lo cual ha llevado a ministros y colaboradores cercanos suyos ad portas de la cárcel. El manejo que hizo de coordi-nación entre el Ejército y los grupos paramilitares llevó a que durante su período se produjeran 14.000 ejecuciones extrajudiciales. Sus estrategias de impunidad para quienes desde el Estado o el Paraestado perpetraron crímenes de lesa huma-nidad, pasarán a la historia por su atrevimiento.

La decisión de los jesuitas de Georgetown de ofrecerle una cátedra a Álvaro Uribe, no sólo ofende profundamente a los colombianos que aún conservan principios éticos sino que pone en alto riesgo la formación ética de los jóvenes que acuden a nuestra universidad en Washington. ¿Dónde queda la ética de la Compañía de Jesús?

Te escribo estas líneas porque estoy seguro que tú compartes nuestras preocupa-ciones y quizás podrás hacerlas llegar a los jesuitas de Georgetown y a otros círcu-los de opinión en tu entorno de simpatizantes por la justicia.

Recibe un fuerte abrazo.

Javier Giraldo Moreno, S. J.





4 de octubre de 2010

Aires de vendetta

Por VLADDO


No soy nada original al decir que muchas veces es más perjudicial una victoria que una derrota. Y eso es lo que parece estar ocurriendo con muchos colombianos por efecto de los golpes que las Fuerzas Militares le han asestado en tiempos recientes a las FARC. Desde el bombardeo en el que fue abatido Raúl Reyes hace poco más de dos años, hasta la muerte en similares circunstancias del Mono Jojoy, hemos visto un despliegue de triunfalismo combinado con una sevicia que causa vergüenza.

Las manifestaciones de regocijo por la muerte cruenta de que han sido víctimas varios líderes del mencionado grupo guerrillero van desde los aplausos y sonrisas de muchos colombianos de a pie, hasta las declaraciones destempladas de altos funcionarios del Gobierno, pasando por los comentarios vulgares en Internet y los desatinados comentarios de periodistas y supuestos líderes de opinión que no han hecho más que sacar a relucir las vetas más oscuras pero menos visibles de su intolerancia.

Cuando un individuo se levanta en armas contra un estado es previsible que esté dispuesto a morir por esa misma vía; eso es innegable. Por eso a mí no me sorprende mucho la caída de uno y otro de esos guerrilleros que prefirieron empuñar las armas, primero contra las autoridades y luego contra ese pueblo mismo al que supuestamente querían reivindicar. Y tanto Reyes como Jojoy (y los demás integrantes de las FARC, el ELN y otras organizaciones armadas), debían ser conscientes hasta el último momento de que así como podían matar a punta de bala, así mismo podrían caer, cosa que en efecto les sucedió. Sin embargo, ese trágico final, sumidos en el desprestigio y el desprecio de la sociedad, no debería producirle alborozo a nadie.

A mí no me causan alegría esas muertes, aunque debo reconocer que siento una gran tranquilidad al ver que ninguno de esos personajes podrá causar más daño. Sin embargo, no deja de indignarme el ambiente de fiesta que tantos compatriotas han querido imponer para ‘celebrar’ la muerte del Mono Jojoy. Esos actos no son dignos de un país que se vanagloria de su cristianismo. Tampoco estoy de acuerdo con la exhibición pública y el trato inhumano que las autoridades les dan a los cadáveres, presentándolos como presas de caza.

No se trata de desconocer los actos criminales de los comandantes de una guerrilla que ya no lucha por un ideal, ni de minimizar su conducta delictiva; no se pueden justificar las tomas de pueblos, la siembra de minas antipersona ni el secuestro, pero la sociedad tampoco puede caer en esa ola de entusiasmo con aires de vendetta que hemos presenciado a lo largo y ancho del país en la semana que acaba de pasar.

El hecho de que esos funestos personajes le hayan causado tanto mal a la sociedad no le da a nadie patente de corso para brindar con su sangre, en vana causa derramada.

3 de octubre de 2010

Una más del Procurador Ordónez...




Por Acidonitrix

Otra del Pro-Castigador...

Indudablemente nuestro “procurador” Ordónez es un personaje muy singular. Por ejemplo, fue capaz de ver el delito de peculado cometido por Yidis Medina como receptora, pero no encontró que, al otro lado de la acción delictiva, existiera el delincuente que “diera” en el peculado; así, los ministros no fueron culpables, y menos el “ordenador” de la compra de la reelección. Indudablemente “innovó la teoría del derecho penal”. Algo así como un homicidio sin homicida.

Mientras pide que el ex senador Mario Uribe sea exonerado de alianzas con los paramilitares, porque no se encuentran pruebas, se ensaña con Piedad Córdova. Ahora bien, es indudable la fe católica del pro-perseguidor, pues no encuentra nada raro en el ex senador , y menos aún si tiene alguna relación con los “Doce apóstoles”. ¡Al fin y al cabo muy religioso!

Pero lo de Piedad Córdova es de antología. En primer lugar, nunca leyó o estudió los famosos “correos” en los que basa su resolución de destitución de la senadora. Nuestro acucioso jefe del ministerio público se basó en un “análisis” hecho por un policía, que, ese sí, tuvo la honradez intelectual de decir que no podía certificar si los correos eran verdaderos o falsos, sino que se trataba de documentos que le habían dado para estudiar.

Pero resulta que los documentos reales y falsos de los computadores de Reyes no tienen validez jurídica alguna puesto que fue violada la cadena de custodia. Lo que en pocas palabras significa que el pro-castigador funda su dictamen en un auténtico chorro de babas. Y el muy desvergonzado lo sabe... pero le importa poco. Él sí conoce, y tiene la obligación de saber lo último que se afirma aquí. Pero le importa poco, pues este “moderno” inquisidor lo que busca son “resultados” sin importarle que se fundamenten en mentiras y calumnias.

Por último, para que nuestros lectores tengan una visión objetiva de los afirmado aquí, los remitimos a un post que publicamos ya hace un buen tiempo sobre los computadores de Reyes. ¡Buena sorpresa le espera a los que tengan la paciencia y honradez de leer con detenimiento lo que afirmamos, lo que dicen Pascual Serrano, Interpol y otros analistas!