16 de enero de 2011

Aprendamos de la matanza de Arizona







Por: Daniel Samper Pizano



Tomado de eltiempo.com


El reciente caso de violencia política y odio también deja lecciones a Colombia.

En la última campaña electoral estadounidense, el movimiento de extrema derecha 'Tea Party' hizo una lista de los 20 congresistas demócratas que era preciso derrotar. Sarah Palin, líder de la agresiva facción, colgó en su página web un mapa de Estados Unidos con los nombres y circunscripciones de sus presas. Cada punto estaba señalado con una diana de tiro al blanco.

Gabrielle Giffords, de Arizona, era uno de los círculos que invitaban a probar la puntería. "Estamos en la lista de objetivos de tiro de Sarah Palin -dijo Giffords-. Cuando la gente hace esta clase de cosas, debe entender que hay consecuencias." Una de ellas fue el atentado que hace una semana costó la vida a seis personas y puso a la congresista demócrata al borde de la muerte. Antes ya se habían abortado otros atentados contra la parlamentaria de 40 años: en marzo dispararon contra su oficina y más tarde un hombre fue desarmado en un mitin. La campaña de Palin no era la única con mensajes subliminales agresivos. Las cuñas de varios candidatos republicanos los mostraban disparando con uniformes militares. Entre ellos estaba el contrincante que Giffords derrotó. En total, hubo 42 ataques contra sedes políticas, casi todas demócratas.

Las armas de fuego son representación simbólica de una política cada vez más extremista y contaminada por feroz violencia verbal y nauseabundo patrioterismo. Cumplido el atentado de Arizona, muchos políticos y comentaristas atribuyen a la retórica envenenada la formación de un ambiente capaz de provocar tragedias. Para hacerlo, la ciudadanía de Estados Unidos tiene en su poder 300 millones de armas de fuego. Es uno de los pocos países del mundo donde la Constitución conserva, como si fuera palabra de Dios, un derecho nacido en tiempos de la colonización y las masacres de indígenas.

La historia del mundo abunda en atrocidades, y la de Estados Unidos está tachonada de episodios sangrientos como este. La ecuación es simple: clima de sectarismo + armas disponibles + un loco 'misionero' = actos violentos. Cuando John F. Kennedy cayó asesinado en Dallas, la atmósfera creada por la prensa y las organizaciones de derecha habría impulsado a Santa Teresita de Jesús a empuñar una metralleta. Hoy sigue siendo más fácil en Estados Unidos comprar un fusil que un somnífero. Desde el crimen de JFK en 1963 hasta la fecha han muerto a balazos en ese país más de un millón de personas. Paradójicamente, Gabrielle Giffords se oponía a limitar el comercio de armas. El político que critique la venta de pistolas se expone a que los grupos de presión lo cerquen y derroten.

Por supuesto, cada vez se venden más armas y cada vez es mayor la demagogia sectaria, a veces agitada por medios como la cadena Fox. Internet contribuye a exacerbar los ánimos. Abundan los blogs de criminales en potencia y las sutiles invitaciones a convertir a los adversarios en blancos de tiro, como la página de Palin. Tanto han insultado a Barack Obama desde las bitácoras de extrema derecha, que muchos temen que pueda ser víctima de un atentado. Al parecer, ya han desmontado más de uno.

Visto el fenómeno, conviene poner las barbas en remojo. Los colombianos deberíamos preguntarnos hasta qué punto la acrimonia, el odio y el sectarismo podrían reproducir la ecuación gringa entre nosotros.
No hablo ya de la violencia cruda de la guerrilla, los paramilitares, los narcos y los delincuentes. Sino de la aparición de locos sueltos, imbuidos de ideas "patrióticas" o misiones de "limpieza" que se lancen a cometer barbaridades. Los foros de lectores de los periódicos son fuelles permanentes de insultos y estímulo de las más primitivas reacciones. Ni qué hablar de la conducta de políticos que no vacilan en colgar una simbólica diana en el cuello de sus adversarios al acusarlos de terroristas o paracos.
Arizona debe dejar lecciones. Si no aprenden allá, al menos aprendamos nosotros a discrepar con claridad sin envenenar y a morigerar las hogueras de intolerancia que hemos encendido.

Desde hace varios años, el autor del texto recibe comentarios a su columna en cambalache@mail.ddnet.es
DANIEL SAMPER PIZANO

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