23 de febrero de 2014

URIBE


Héctor Abad Facio Lince



Por: Héctor Abad Faciolince

 
SI EL EXPRESIDENTE URIBE pensara y escribiera bien podría dedicarse, como Lleras Camargo, Lleras Restrepo o López Michelsen, a opinar en los periódicos, o a escribir sus memorias. Pero Uribe no es un hombre
de pensamiento, sino un hombre de acción.

Si el ex presidente Uribe amara la música, la poesía o la literatura,
podría encontrar un puesto en alguna fundación de apoyo a la cultura,
como Belisario, pero acabó con la Sinfónica de Colombia y la Banda
Nacional, o si amara las artes plásticas, podría coleccionar buena
pintura, como César Gaviria. Pero al ex presidente Uribe no lo
conmueve la novela, no le interesa el arte, y la poesía que le gusta
es la de Robledo Ortiz.
 
Si le gustara el trago, podría consolarse, como Valencia, con unos
aguardientes, pero el ex presidente es abstemio.

Si fuera el ex presidente, al menos, un mujeriego, podría anular su
matrimonio, como hizo Turbay, e irse de Embajador al Vaticano con una
nueva esposa bien joven, que le hiciera masajes en los pies.. Pero al
ex presidente no le interesa la lujuria.

Si le interesara la filología podría escribir un diccionario, como
aquel otro Uribe, Uribe Uribe, o traducir la Eneida, como Caro. Si le
gustara la comida, si tuviera sentido del humor, podría al menos
dedicarse a comer, y a contar chistes, como Samper. Pero se sabe que
Uribe ni siquiera entiende los chistes.

Si tuviera buenos amigos, podría viajar contento por cientos de
países, en compañía de otros jubilados jóvenes, como Pastrana. Pero él
no tiene amigos, sino aliados, que más que amarlo le temen.

Entonces, como el ex presidente Uribe sólo tiene el vicio incurable
del poder, la adicción al mando, la costumbre irrefrenable de llevar
siempre las riendas, las espuelas y la fusta, entonces ahí lo
tendremos, vociferando en Twitter, enviando comunicados de muy dudosa
lógica jurídica o política, rojo de indignación, verde de rabia,
enfermo de ira, regañando a los columnistas, insultando a los jueces,
manoteando contra los traidores, aconsejando exilios a sus ex
funcionarios (no para protegerlos sino para que al fin, en la
desesperación de los interrogatorios, no acabe por zafárseles la
verdad).

Porque la verdad monda y lironda es que el DAS dependía y depende de
la Presidencia de la República. Y los del DAS pusieron micrófonos en
la sala de la Corte Suprema, para oír ilegalmente sus deliberaciones.

Si el FBI ola CIA hubieran hecho esto en Estados Unidos, las
consecuencias para el gobierno que hubiera instigado semejante insulto
se oirían durante siglos. No es posible chuzar a la Corte Suprema y
luego pretender que la Corte Suprema se cruce de brazos. Porque
ordenarles a los servicios de inteligencia chuzar a los altos
magistrados y a los principales periodistas y opositores políticos del
país es un delito más grave, muchísimo más grave que el escándalo de
Watergate.

¿Por qué se va al exilio la señora Hurtado? Para no tener que decir de
dónde venía la orden de oír a los jueces, a los políticos y a los
periodistas, ya que confesar esa verdad era lo mismo que poner una
lápida en su pecho. Mejor callada en Panamá que acorralada aquí entre
la pared de la verdad y la espada del miedo.

Uribe y sus aliados son poderosos, pero hoy son los huérfanos y las
viudas del poder. Nosotros, los periodistas, podemos convertirnos en
los altavoces, en los amplificadores de sus rabietas y diatribas, o
simplemente dejarlo que grite y vocifere a solas en su Blackberry.

Tenemos la tentación de seguir en ese ambiente crispado, lleno de
rabia y adrenalina al que nos acostumbró su gobierno... Pero lo más
sensato sería hundir el botón de &#8220mute&#8221 cuando estos
cruzados del odio vociferan,  e insultan. Ya pasamos esa página, ese
trago amargo.

No le demos más prensa ni le prestemos más atención a tanta rabia.
Bajémosle la fiebre a todo esto hundiendo ese pedal que en el piano se
llama sordina. Que grite solo.. Y preguntémonos en silencio,
simplemente, de cuando en cuando, por qué no se callará. Porque eso
sería lo mejor para todos: que se callara.